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Consciencia, necesidad, satisfacción, circuito


CONSCIENCIA, NECESIDAD, SATISFACCIÓN, CIRCUITO.




Cuando uno toma consciencia, reconoce claramente sus verdaderas necesidades y emprende, de manera espontánea y alegre, las acciones concretas que llevan a la satisfacción de éstas, y tomamos aun más consciencia… entrando así  en un circuito de regeneración en que cada día-y a pesar de cumplir años cronológicos-  uno se siente más lleno de energía y más conectado con el niño que lleva dentro.


Con eso, ya no serán necesarias inquietudes elaboradas como la justicia, la igualdad, el respeto, la ética,  la ecuanimidad, la tolerancia, etc; cuando uno toma conciencia, se conecta, se identifica con el otro: ya no hace falta resolver el conflicto de manera ecuánime porque no hay conflicto; ya no hace falta la ética porque tendemos al bien...


* Hay un estado habitual de consciencia... relativo, afectado por sedantes como la publicidad, los políticos y otros elementos de control por parte de un modelo de sociedad basado en el miedo y la creación de necesidades artificiales. 
* Hay estados de consciencia más adormecidos y artificiales de lo habitual: el que se obtiene tomando sustancias  

* Hay un estado anormalmente consciente, el que se consigue mediante la meditación (no necesariamente a través de ejercicios que requieren mucha práctica; basta un paseo por un parque con los sentidos abiertos y conectando con el ahora)




La consciencia permite identificar rápidamente cuáles son nuestras verdaderas necesidades: la luz del sol, el agua, una determinada cantidad de comida, casa, abrigo... lectura, expresión, actividad creativa, intercambio social, afectividad, necesidades espirituales, etc.

Y una de nuestras necesidades es la de estar en comunión con otros seres vivos por el simple hecho de que éstos sientan, respiren, sufran como nosotros...en resumen, SEAN, como nosotros.

Yo, después de un rato de meditación, no necesito reconocimiento por lo que tengo, por lo que sé o por lo que soy...Necesito reconocimiento PORQUE SOY. Todo lo demás es artificial, aparente, y con la toma de consciencia desaparece.  

Con la consciencia, dejamos de ser esclavos de lo aparente. APARENTEMENTE, en nuestra sociedad vivimos sin hacer daño a nadie. Uno se da cuenta de que la sociedad que conocemos está montada en torno a lo aparente, a las formas, a cosas que no tiene fondo. Lo que tiene fondo da miedo. Por eso uno tiene miedo de encontrarse consigo mismo: porque sabe que tiene un fondo. Es más fácil dejarse llevar y vivir como un robot, haciendo lo que nos dice la publicidad, los políticos o los jueces. Parece que no fuésemos capaces de distinguir el bien del mal y necesitáramos que alguien nos lo dijera... Como si las personas, en su esencia, no tendiesen al bien. Como si hubiese algún motivo para hacer el mal cuando uno se siente en equilibrio...

 

Puede que no lo reconozcamos en un nivel superficial, pero cuando uno medita se da cuenta enseguida: hacer daño a otros seres vivos (y en nuestra sociedad ese daño, por lo general, no se hace con una escopeta sino con una moneda) nos impide ser felices por dentro; es un palo en la rueda de nuestro camino natural, de nuestro discurrir por la vida como seres conscientes y deseosos de intercambiar amor y empatía con otras personas y otros seres vivos. Participar en las cadenas productivas que implican explotación de personas y animales es una piedra aislante que bloquea el circuito de agua, de néctar vital, que originalmente nos une con el cosmos.

Lo bueno es que SIEMPRE (a menos que alguien nos esté obligando a hacer algo bajo amenaza, etc...) tenemos la oportunidad de restablecer ese circuito.



¿Cómo se hace eso?

Siendo consumidores CONSCIENTES; no acumulando cosas (la acumulación material acaba siendo una prisión), no creyendo en los mensajes paranoicos y propagandísticos sobre nuestra supuesta condición autodestructiva), no comprando nada que haya sentido dolor (sí, es posible que las plantas también sientan, pero en el caso de los animales estamos SEGUROS; sí, hay animales carnívoros, pero ellos actúan por instinto en una naturaleza esclavizante y cruel; nosotros, por el contrario, podemos discernir y elegir)...
No poniendo los ahorros, obtenidos con  tanto sudor, en manos de personas que financian guerras, hambre y lavado de dinero de negocios muy oscuros...(en otras palabras, buscar banca ética o prescindir de los bancos), ver en las personas que nos rodean seres llenos de amor y que merecen reconocimiento no por sus ´méritos´, sino por el simple hecho de respirar; no comprar nada de comercio injusto, no comprar aparatos electrónicos totalmente superfluos (yo no tengo móvil y soy muy feliz) o ropa superflua hecha por personas en condiciones de esclavitud, no colaborar (poniendo nuestro euro) con las multinacionales (las legales y las que no lo son) que comercian con la vida de las personas y sus condiciones de vida y trabajo (en otras palabras, buscando productos de comercio justo). Si eso resulta caro… podemos dejar de tomar alcohol, por ejemplo (¿para qué disminuir el nivel de consciencia cuando aumentarlo también desinhibe y además está al servicio de nuestras necesidades...?)


Liberándonos del afán de corregir o matizar lo que dice nuestro interlocutor; perdiendo el miedo a decir “estoy totalmente de acuerdo contigo”; “lo que dices está al servicio de nuestras necesidades y de la vida”, “ahora te voy a contar yo mi experiencia…” Liberándonos del afán por controlar, estructurar y delimitarlo todo. Cuando uno se libera de las formas, la vida fluye. La ciencia es una herramienta, no un dios al que tengamos que servir. El raciocinio es un instrumento con que contamos y su ejercicio proporciona placer intelectual (satisface nuestras necesidades intelectuales), pero si nos marcamos como obligación racionalizarlo todo, nos agotamos enseguida. Dejarse fluir es mucho más acorde a nuestra verdadera naturaleza ; somos agua en un  70% ó 75 %...por eso nos sentimos conectados con nuestra paz interior cuando oímos el murmullo de un río…




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- Buenos días – dijo el principito.

- Buenos días – dijo el vendedor.

Era un vendedor de píldoras perfeccionadas que calman la sed. Se toma una por semana y no se siente más la necesidad de beber.

- Por qué vendes eso ? – dijo el principito.

- Es una gran economía de tiempo – dijo el vendedor. – Los expertos han hecho cálculos. Se ahorran cincuenta y tres minutos por semana.

- Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos ?

- Se hace lo que se quiere...

"Yo - se dijo el principito – si tuviera cincuenta y tres minutos para gastar, caminaría lentamente hacia una fuente..."

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