Sunday

reflexiones sobre la felicidad en el s xxi o "hay vida fuera de la Pirámide"





(versión resumida: soy más feliz cuanto más paseo por mi jardín interior y cuanto más renuncio a hacer cosas que supongan explotación de animales, personas o del planeta).




Me han (y me he) preguntado si soy feliz.
Contestar a eso es difícil; yo suelo decir “a ratos”.
Unas veces uno se siente más lleno que otras de esa energía divina, néctar cósmico, o como cada uno prefiera llamarlo. Me imagino una batería que unas veces está más cargada que otras; unas cosas le quitan energía y otras la llenan.

Es como un CIRCUITO de energía y consciencia, de serenidad y comunión o conexión entre la energía que hay en mí y la que hay en otros seres. Los momentos en que me siento mejor, o más cerca de eso que se llama “plenitud” de consciencia (más o menos lo que llaman mindfulness) es cuando la energía fluye en el circuito.





Si yo soy un circuito, y otro ser vivo también lo es, es normal que nos sintamos bien cuando hay sintonía, armonía, conexión o comunión entre él y yo; en esos momentos, fluye la energía vital entre los dos, y entre otros muchos seres conscientes.
¿Por qué yo hago boicot a ciertas cosas?-Hacer boicot equivale a decir que ejerzo mi derecho a no necesitar una cosa y a no tomar lo que no necesito, o sea, ejercer esa no necesidad, esa independencia? Porque son cosas que causan explotación (de animales, de personas, las veamos o no, o de la atmósfera, masas de agua, etc), malestar en otros seres vivos y, por tanto, interrumpen mi conexión con ellos. Y, como ellos son un componente más de mi circuito, los necesito para que mi circuito funcione.
Es otra forma de decir que la felicidad verdadera tiene como condición no causar daño a otros seres conscientes. La que no sólo no lo consume a uno sino que lo va regenerando y rejuveneciendo con el paso del tiempo (yo me siento ahora mucho más joven que hace 10 años, ya que la energía acumulada en mi interior durante los ratos en que mi circuito funciona compensan el desgaste meramente físico de la edad) 






El otro requisito es cultivar nuestro interior, lo cual no exige hacer mucho trabajo sino dejar de hacerlo; no consiste en aprender muchas cosas sino desaprenderlas; no hay que añadir cosas sino quitarlas..todo aquello complejo y culturalmente elaborado (la idea de “yo soy xxx”, “yo no puedo yyy...”, “no tengo talento”, “no tengo capacidad”... etc. que se impone entre nosotros y nuestro vergel de paz y energía interior.
Si una cosa no nos resulta posible de hacer, probablemente es que no la necesitamos.

Lo de “tiene como condición” puede sonar a que es difícil. La dificultad para mí es mínima (desde que vivo con el planteamiento del jardín y la pirámide que expongo más abajo.) La buena noticia es que, al tiempo que nos ponemos este requisito, nos quitamos muchos otros, complejos y culturalmente elaborados: el de competir, el de generar riqueza (quién necesita riqueza pudiendo tener tomates, lechugas, agua fresca y luz solar?).


Por eso, cuando acaricio a un perro o hablo con un niño, siento mucha paz. Es energía, pero a la vez mucha calma. Un perro o un niño tienen su circuito vital de energía más abierto que el de una persona adulta, llena de pensamientos, como yo -aunque, por fortuna, cada vez lo soy menos :)
Los pensamientos muchas veces juegan en contra de uno. Se convierten en aislantes del circuito o hacen entrar el flujo de energía en bucles.
Por lo general, las personas adultas sufrimos más a causa de los pensamientos, esas reproducciones a escala de la realidad, que por la realidad en sí. Ahí están los pensamientos de tipo anticipación, de tipo “¿y si...?”, interrumpiendo nuestro circuito como estanques donde la energía se detiene durante un tiempo.

Hoy día, en la sociedad, funciona muy bien la cultura del MIEDO. Hay que se responsable, llegar a tiempo, y tener cuantas más normas mejor. Eso lo aceptamos mansamente porque nos da cierta sensación artificial de protección. ¿Protección de qué? De conectarnos y tomar consciencia de nuestro circuito de energía vital. ¿Por qué nos da miedo eso, si es sumamente satisfactorio? Quizá porque desde pequeños hemos aprendido de adultos, y los adultos viven más con miedo y, en el caso de la civilización occidental judeocristiana, exportada a los 5 continentes, la obsesión por medir, establecer, acotar y estructurarlo todo.

Pero, sabiendo todo esto, podemos conectarnos a nuestro circuito y pasar de lo demás.
Los caminos son variados. Yoga, pilates, yoguilates, Tai Chi, un paseo por un parque con los sentidos abiertos... el amor, la música, la empatía... hay tantos caminos como personas, días, momentos o tantos como las infinitas perlas que puede enlazar el hilo de nuestra imaginación. No hay por qué decidir uno.

También me gusta imaginar que soy como agua en un molino, con pocas interrupciones o que aunque encuentre obstáculos en su fluir se amolda y no deja de circular porque entra por todos los poros y recovecos y sale como si tal cosa.
Si somos agua en un alto porcentaje,
El modelo del bosque y la pirámide es como sigue:

En este dibujo que propongo, la vida es un bosque. En él hay cosas extraordinarias: el canto de un pájaro, el murmullo de un arroyo en la montaña, una planta diminuta que lanza sus ramas, con garbo y descaro, verde y plena de esperanza y apego a la vida, entre dos adoquines. En él está la música, la amistad, el amor, la pintura, la escultura, la literatura y otras formas de empatía humana. Entre sus árboles se pasean Jesús, símbolo de la victoria sobre el dolor; Siddharta, con su iluminación; Lao Tze con la no acción, y la señora mayor del barrio que con tanta energía y amor va todos los días a la compra y cuida de sus nietos, además de todos los libros, ideas y creaciones imaginativas que acarician nuestro botón de la empatía y la sensación de sentirse comprendido.Todos ellos pasean por el jardín dispuestos a conversar conmigo y darme empatía cuando quiera. También están, sueltos y a su aire, las plantas y los animales, los planetas y estrellas, los dos tipos de orgasmo, el físico y el de la meditación...
Es, en fin, un bosque donde las posibilidades de cargarse de energía son infinitas.

En medio de este bosque, hay un andamiaje en forma de pirámide. Sus paredes son una cuadrícula, una hoja de cálculo, y en él trabajan con mucho afán obreros obedientes y muy maduros.
Las paredes están hechas de periódicos, televisores, teléfonos móviles o barriles de petróleo. 





Para casi todos nosotros, por algún motivo y de momento, es imprescindible pasar por esa pirámide cada cierto tiempo. La excepción son quizá los faquires, monjes, etc. Los demás, pasamos todos los días un rato por la pirámide, “fichamos”, hacemos cosas que sólo se pueden hacer en la pirámide, como operarnos de una enfermedad y pocas cosas más (estas cosas me parecen excepciones, no la norma)...A partir de entonces podemos decidir si nos quedamos más o menos tiempo. No todos podemos decidir. Hay gente que vive en condiciones de esclavitud. Pero muchos podemos decidir. Ahora bien, si pasamos demasiado tiempo dentro de la pirámide, las televisiones que hay en sus paredes, y que no dejan de bombardear propaganda, nos llegan a hacer creer que la vida es solamente esa pirámide, y uno se olvida del bosque. Cuando permanezco mucho tiempo dentro de la pirámide, me lleno de malestar por las cosas que escupen los televisores, me agoto trabajando en mantener los andamios, miro con rencor a los personajes opulentos y grises que viven en lo alto de la pirámide (presidentes de multinacionales, banqueros, políticos, obispos y otros seres apagados que nunca paran de reprocharnos ni atacarnos, ni cuando duermen).
También están hechas las paredes de la pirámide de "y si"s, "tengo que"s, "no puedo"s, y de parches y etiquetas culturalmente elaboradas como la lealtad, la dignidad, el trabajo, lo competitivo, lo que uno merece o no, la gente buena y mala, la honradez, la justicia, etc. (si hay amor hacia y de los demás, ¿para qué necesitamos todo eso?)
Y de mucho dinero, por lo general de plástico; millones de tarjetas, más que personas existen.
Dentro de la pirámide, nos comunicamos de una forma que fuera, en el bosque, no resulta necesaria, y que consiste en sentir la necesidad constante de corregir o modificar lo que nos dice nuestro interlocutor y reprimiendo la expresión de emociones. En el bosque, nos comunicamos de una forma mucho más natural: lloramos a moco tendido, reímos a carcajadas sin pensar en la imagen, y tomamos lo que los demás dicen como aportaciones valiosas de empatía.

La filosofía, las ciencias más complejas y todo lo culturalmente elaborado y rizado son cosas que estimulan nuestra dimensión intelectual. Están en una biblioteca infinita que también podemos encontrar en el jardín, fuera de la pirámide. Por ejemplo: un edificio conceptual muy complejo y tupido, dentro del campo de la lógica, la matemática o la filosofía, nos puede deparar horas de diversión intelectual, pero no necesitamos tomarlo como algo que es necesario conocer y aplicar para la vida. Las cosas necesarias para la vida son simples.

Cuando la indignación rebasa un cierto límite, nos ponemos en huelga, nos rebelamos un poco contra los de lo alto de la pirámide (no siempre rompiendo los hilos con que nos tienen atados) y procurando que nuestra estancia en la pirámide sea algo satisfactorio... sufriendo porque los de arriba no permiten o no posibilitan que lo sea, y siempre compitiendo con otros peones para recoger las migajas de pan que nos lanzan desde arriba. Todo aderezado por los deportes que de vez en cuando emiten las televisiones para que descansemos un rato de tanto sentirnos vagos y culpables por vivir, pensar o sentir y, en ese lapso, dejar de poner 2 ó 3 ladrillos. 





La pirámide viene dividida, en su centro y mediante una partición, en una trastienda –la descrita- y un patio trasero. En el patio trasero, la gente no tiene qué comer- les han obligado a entrar en la choza y, como son obreros de segunda categoría, no les llega el fútbol ni las migajas...tienen petróleo y selvas que nosotros nos queremos seguir comiendo aderezadas de antibióticos y a razón de miles de árboles por animal muerto tras pasar una vida en un metro cuadrado... y cada vez destrozando más el planeta. Nosotros tácitamente aceptamos que así sea porque son obreros de segunda categoría. Algunos de la parte alta y media de la pirámide se apuntan a meditación, etc. pero sólo cumplen uno de los dos requisitos arriba mencionados: adquirir la capacidad de olvidarse de todo (sólo que de una forma más saludable que vivir pendiente de los noticieros o esnifar pegamento, como hacen los de las partes bajas o los de la trastienda); les falta atender el requisito de no causar daño a otros seres conscientes. 









Para escribir esto, que sin duda produce mucho agobio, he permanecido un buen rato mirando la pirámide (procurando no entrar de cuerpo entero). Es para describir la vida en la pirámide, la cual, como el 99% de mis semejantes, conozco bien.

Al rato, recordamos que había todo un mundo lleno de posibilidades fuera de la pirámide.

Vemos que la vida es vivir, no sobrevivir.

Y salimos al camino, encontrándonos cada día un poco mejor y
siendo cada día más independientes de lo que pase en la pirámide...

conociendo cada día mejor el hermoso bosque que hay fuera,
tomado de la mano a nuestros semejantes, ya sean de abajo o de arriba de la pirámide, ya sean de la fachada del norte o de la trastienda del sur... y saliendo con ellos a dar paseos cada vez más largos por el bosque. 

Según este modelo, cuando decimos "qué mal está la vida", "las cosas van a peor", etc., ¿no nos referiremos sólo al interior de la pirámide?"
¡Siempre es buen momento para salir de ella a dar un reconfortante y reparador paseo!
 

Me encantaría hablar contigo de maneras concretas de ganar independencia respecto a la pirámide. 



Mucho amor y energía para ti!

Kokirín, la tortuga-jirafa











No comments: