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quijote y sancho entre Celtiberia y Alboria

Quijote y Sancho entre Celtiberia y Alboria




Nuestro pobre mundo está más menesteroso que nunca de sanchos y quijotes.







Máxime ahora que van cayendo rápidamente las máscaras, como fichas de dominó, y cada vez queda más de relieve, cada vez más al desnudo, en qué consistía realmente eso que llamaban "la sensatez": en actuar por imitación, en organizar la vida de uno conforme a costumbres heredadas y buscar en los rituales culturalmente elaborados del rebaño la aparente tranquilidad de no tener que pensar.



En estas circunstancias, llega un quijote ataviado con ropajes morados propios de la tierra de la Serena Alborada, compuestos con plantas del Extremo Oriente, y es su yelmo de Mambrino una boina albergue de cánticos de juglares, de poemas de trovador. Un soñador caballero más presto que nunca a acometer, con la lanza del amor universal y la empatía, a todo espíritu maligno que esté arrebatando su sangre al humano. Un quijote que, tras su arduo tránsito por los parajes más oscuros de la mente humana y por los recovecos más espeluznantes del sufrimiento ocasionado por los gigantes de la capa coyuntural (el expansionismo deshumanizador productivista explotacionista), está de vuelta de las cosas culturalmente elaboradas y vuela ya, libre de las ataduras de la manada, rumbo al primigenio y espiritual origen de la empatía. Más aún, un quijote que halló en las brujas, duendes, gnomos y trasgos, en las ninfas y ogros, en las personas sin hogar, en los ´psicópatas´que la sociedad toma como cabeza de turco de todas sus contradicciones y enfermizas soledades, en todos esos seres marginados y oprimidos, el espejo en que reflejar la complicidad necesaria para llevar a cabo e inspirar un nuevo paradigma basado en el prójimo como parte y todo de uno mismo y no más como competidor o ente sin aura.



Mas llega el ingenioso caballero y cada nueva aventura que, acompañado de su fiel escudero, emprende, es una nueva playa de Barcino. Cada vez que rescata a los galeotes, se encuentra con la discrepancia de éstos. Cada nuevo acometer a los gigantes acaba en el polvo y la abolladura debido a que Sancho se empecina en ver meros molinos de viento. Incluso ahora, que uno puede ver quijotes por todas partes, libres del sedante de sus haciendas y sus responsabilidades de quijanos de sociedad.



Va a lomos de un rocín más débil y flaco que nunca...

y sobre el que, según parece, pesa un maleficio indescifrable.



Por eso, toda la energía divina de su realista sueño acaba en el sumidero de la soledad. Pues, por fiel y bravo que sea su escudero, le falta lo más importante para conectar con su quijote: la locura.











Flota el polvo bajo el sol de La Mancha. Una figura inmaterial y triste, a la grupa de un corcel etéreo que nunca levanta la vista del camino, se lanza en nueva y desigual lid en contra de los más temibles molinantes que hayan pisado la faz de la Tierra. Y, a mitad de tan apasionada acometida, una transfiguración fría y prudente, pero esta vez no son molinos los que aparecen, borrados los gigantes por los gritos de su querido Sancho, sino que es un lecho, el de la muerte y la cordura, lo que aguarda, como agujero negro, a caballero y rocín.







작성자: Taobisawa Luikowitz 시간: 오전 4:33 댓글 없음: 이메일로 전송BlogThis!Twitter에서 공유Facebook에서 공유

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