Sunday

Firmin...

...y yo O El afán de intercambio entre dos cosas o seres iguales, por definición irrealizable (al menos bajo las presentes condiciones de presión y temperatura) A través del cristal mojado, Firmin observa una fiesta literaria y musical. Embelesado por la explosión de música, sueña con abandonar su pequeño y peludo cuerpo y dejar libre su frustrante posición de voyeur. Sueña con ser uno más en la fiesta, pasando de la mera observación a la participación activa. Tan quimérico es su sueño como el de uno de los participantes de la fiesta. El participante parece inquieto. En realidad, es un ´semiparticipante´. Su morada está en la divisoria entre el mundo físico y el imaginario. En un intento por caer al primero, bebe de la fuente de vino y poesía, pero no participa activamente en su rechoncho organillo acrílico que produce páginas y páginas de alegría y cómic. Parece imposible. Un enemigo interno, que sabotea todas sus iniciativas con maniobras llenas de una sofisticada nocturnidad, se niega a extender el visado. El participante ha buceado durante un rato por un vaso de vino, en cuyo fondo buscaba en vano una llave. La llave que desactivara el robótico mecanismo de represión de vuelos. Una vez seca, por el sol terrenal, su quimera de cobrar existencia física completa, lo vemos entregarse a un anhelo no menos utópico, el de ser totalmente imaginario, abandonar su fastidiosa presencia material para entregarse, consciente y completamente, al papel de espectador. Dedicarse a su trabajo, la introspección, navegar, a gusto y al fin, por los océanos de las ideas y los sentimientos, compartiendo después tantos tesoros con sus semejantes. Dejar de agotarse en un terreno sobre el que sus ruedas, atravesadas por palos, siempre se atascan. Mas tampoco recibe el necesario permiso. Le obliga el tirano a quedarse en la interfase. Exigencias sociales, arguye; ortodoxia, exige. Como si pudiera adivinar sus tribulaciones, Firmin lo observa a través del cristal. Es una lástima. Si pudieran charlar un rato, quizá no tardaran en llegar a la conclusión de que uno no sería más feliz por tener lo del otro. Pero las leyes de la física les impiden intercambiar sus existencias, no les dejan siquiera intercambiar unas palabras, unas líneas. Si al menos no tuvieran la imaginación, estarían ambos a salvo, en tierra, y no volando en peligrosos cielos de delirio. Para dos humanos, desafortunadamente, tal cosa resulta inalcanzable. Woooodstock69 Imagen: papelenblanco.com

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