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Son tiempos de cambio...


La proliferación de medios de comunicación alternativos y de motivación distinta de los clásicos, junto al desmoronamiento del llamado estado del bienestar en gran parte del mundo industrializado, ha llevado a mucha gente a adoptar una actitud más crítica y solidaria no sólo con sus vecinos, sino en general con todos sus semejantes.
Cada vez más gente en los paises industrializados abandona planteamientos clásicos tipo “¿por qué hay que ayudar a los pobres? Ayudándoles sólo estamos entorpeciendo su desarrollo...” o “las cosas que las resuelvan los poderosos”. Estamos tomando conciencia de que la pobreza del Tercer y Cuarto mundo no es algo heredado o endémico sino que es originada directamente por elementos de poder económico, mediático y de todo tipo cuya hegemonía e impunidad se ha venido apoyando directamente en nuestro conformismo y falta de actitud crítica, y los cuales están empezando a ser desenmascarados y cuestionados. Estamos llegando a la conclusión, asimismo, de que los políticos no tienen en sus manos la llave del cambio, sino que ésta pertenece a las masas y que la inconformidad de éstas tiene la capacidad real de mover las cosas.
Cada vez menos gente se traga la imagen clásica vendida por los grandes intereses en nuestra sociedad de consumo según la cual vivimos en el mejor sistema posible. Cada vez más gente es consciente de que el hambre, la guerra, el deterioro del planeta que habitamos y el creciente aislamiento e incomunicación son cosas asociadas directamente al sistema. Cada vez hay más personas que querrían cambiar éste. En todo el mundo, las asambleas populares, bibliotecas e Internet está lleno de textos, vídeos y páginas que explican detallada y sucintamente en qué consiste esa matriz en que hemos estado viviendo. Algunas de ellas, también, dan ideas de cómo independizarnos progresivamente de ella para conseguir un mundo más humano.
Es una liberación de la que cada vez se benefician más personas: la consistente en tomar conciencia de que la cooperación es mejor que la competencia, el diálogo mejor que el conflicto. Ideas que gritaron insistentemente nuestros predecesores, Gandhi, Luther King, Galileo, Tolstoi y tantos otros, que vivieron en momentos de la historia en que el grado de evolución ética o espiritual de la especie no era suficiente para que sus mensajes tuvieran la necesaria repercusión. Por suerte nos han llegado a nosotros. Es una tarea ardua, sobre todo si tenemos que trabajar doce horas al día y hacernos cargo de una hipoteca. Pero cada vez nos sentimos con mayor derecho a romper las ataduras especialmente pensadas para evitar que pensáramos y mantenernos en actitudes conformistas. En los países del llamado Primer Mundo hay un porcentaje pequeño de personas muy concienciadas de cuáles son realmente los principales problemas de nuestro mundo y están dispuestos a moverse para cambiarlo. Otras muchas personas están concienciadas pero no se deciden a actuar o no saben exactamente cómo (sobre todo a ellos va dirigida esta guía). Otro grupo está relativamente concienciada pero prefiere no renunciar o poner en riesgo lo poco que le ha correspondido en el mundo actual. También hay mucha gente que no quiere que las cosas cambien, y un gran porcentaje no está preparado aún para comprender los problemas, los cambios necesarios, etc. Pero esas diferencias son aparentes. No es que cada uno quiera una cosa distinta. El bien común es algo que, si se conoce, no se desea cambiar por nada material ni por apegos a uno mismo o a cosas terrenales. Las diferencias descritas sólo implican que a cada grupo hay que transmitirle el mensaje de una forma diferente. El mensaje es el mismo. La meditación y su papel en la adquisición de posturas solidarias
Nuestra especie funciona en varios niveles. Igual que los estímulos físicos, intelectuales o sociales, por ejemplo, tenemos unas necesidades espirituales que cubrir de una u otra forma. El hecho de que la meditación crea sentimientos solidarios y de búsqueda de equilibrio con el universo es algo que todos podemos comprobar. Sin embargo, muchas personas viven sus vidas sin una práctica espiritual, ya sea religiosa o de meditación, lo cual no les impide tomar conciencia de la injusticia y la *** del mundo en que vivimos ni inhibe en ellos el deseo de intentar cambiarlo.
Para sentirse solidario con los demás y desear para uno mismo una vida más propia de nuestra condición humana, no es imprescindible tener una fe religiosa ni practicar la meditación. Además, asociar la corriente de cambio global a una creencia religiosa o a una escuela determinada de meditación puede hacer que mucha gente se desenganche de esa ola de cambio debido al recelo que existe hacia los grupos religiosos o espirituales, y detrás del cual ha estado siempre la codicia .
Es cierto, sin embargo, que a través de la meditación uno se independiza de los apegos y ataduras materiales, entrando en contacto con la paz que habita en el interior de todos y siendo capaz de transmitir esa paz a sus semejantes. La meditación le permite a uno tomar conciencia de la conexión existente entre todos los seres vivos. Para algunos, somos partes aparentemente individualizadas de una sola alma que está sometida al sufrimiento físico y psíquico del mundo de manera provisional pero que en realidad es parte de una sola alma universal a la que se incorporará de nuevo al final de la travesía de este mundo, del que por otra parte nos podemos escapar temporalmente a través de la meditación. Otras personas no le añaden tanta retórica a su experiencia con la meditación, pero igualmente hablan de ésta como algo reparador, liberador, y se sienten más solidarios. La meditación es a veces parte de un programa definido conscientemente (a través de una escuela en concreto, con un maestro, dentro de un grupo, etc). Otras veces, meditamos sin saberlo. Cuando hacemos deporte o subimos a una montaña, pensando simplemente en despejar la cabeza y cuidar el cuerpo, hay momentos de meditación en que el cerebro racional se calla y nos ponemos en contacto con nuestro mundo interior. Es lo que sucede cuando contemplamos un paisaje natural. O cuando sentimos compasión, empatía, solidaridad o, en general, amor sin apego hacia un ser vivo por el simple hecho de que éste respire, sienta y sufra. Son viajes interiores no programados. Programada o no, la meditación sería un vehículo que nos permite llegar a posiciones más solidarias y espiritualmente más libres, pero no es el único vehículo. Algunas personas, por ejemplo, no han practicado nunca la meditación pero se sienten solidarias hacia todo ser vivo que sufra. Con práctica de meditación o sin ella, ésa es la actitud que se necesita para construir un mundo más habitable. Creo que no importa demasiado que se trate de mil grupos distintos y no uno solo, siempre y cuando los mil se muevan en la misma dirección. La multiplicidad y diversidad de grupos, de mensajes –siempre que todos estén inspirados en sentimientos solidarios y en el anhelo de paz y libertad en el terreno espiritual, intelectual y a todos los niveles- es precisamente un rasgo muy interesante del movimiento, de naturaleza no violenta. El movimiento sería una forma de llamar a una ola mundial de pacificación, que ya lleva mucho tiempo en marcha, y dentro de la cual cada grupo trabaja en un terreno determinado. Sacar al violento, al codicioso de su cárcel compulsiva. Sumar al grupo a todo el que crea que va contra sus intereses. La condición humana, por definición, es contraria a la codicia o la violencia, como queda patente siempre que la conciencia no se encuentra retenida por la esclavitud. Crear islas de paz, puentes de islas hasta que todo el mundo esté conectado. Asociaciones culturales, grupos de amigos, ONGs, empresas que fomentan la economía solidaria, grupos de recogida de firmas como medida de presión en la toma de decisiones políticas, o el particular que en un momento dado decide hacer el pequeño esfuerzo de adoptar con sus vecinos, familiares o compañeros una actitud cordial que fomente el desarrollo y fortalecimiento de relaciones más armoniosas en su entorno inmediato: todos ellos son parte indispensable del movimiento y cada pequeña acción de cada uno facilita la actuación de todos los demás. Cualquiera de esas vías permite unirse directamente a esa gran ola de cambio.
En otro artículo (Primeros pasos) de este mismo blog expongo cuáles son a mi juicio algunos de los principales pasos a dar por el planeta y por nuestros semejantes.

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