Wednesday

Trenzado de esperanza y angustia

A propósito del Movimiento. La (r)evolución está en marcha, ya lleva mucho tiempo pero empieza a hacer ruido. Inmerso en la espontánea y esperanzada celebración asamblearia, me debatía contra la tristeza y el vértigo de los abismos a que mi propio viajero interior se ha asomado últimamente. La mitad de mí se contagiaba del sereno optimismo que reinaba en esta plaza del mundo, mi otra parte se daba a un llanto sordo y seco en un desierto ahogado donde se refugia a veces para no oír los gritos de que se alimenta el miedo. Esos abismos se llaman violencia y resignación, se llaman hambre, y ya no son cosa de las noticias ni de lugares lejanos de destino inevitable. Ahora que el mundo, cansado, se ha puesto las alas de la juventud, ahora que la (r)evolución pacífica está en marcha, hay que incorporar toda la tragedia humana, la coherción y el miedo de cada rincón del planeta, anuestro paquete de reivindicaciones. Ha de ser la liberación de todos. Hay que ampliar la definición del movimiento. Las diferencias extremas entre ricos y pobres, además de la artificial necesidad de pasarnos el día preocupados en lo material -los pobres inventándose trucos para sobrevivir un día más, los ricos arrastrados en sus acciones por la obsesión de no perder lo que tienen, ofreciendo nuevos sacrificios a los insaciables dioses de la codicia- son características intrínsecas de eso tan obsoleto que llaman "sistema" - están detrás de la muerte y el sufrimiento de much@s. Sólo el desmantelamiento pacífico de los propios cimientos del sistema nos va a permitir acabar con tanto dolor y sacrificio y empezar a vivir dignamente como especie en un medio físico que, con suerte y lucha, podremos salvar aunque sea parcialmente.
Podría escribir bonito, quizá, quién sabe, si tuviera la calma y la paz para ello.
Sobre este tema llevo escribiendo años, quizá siempre escribí sobre ello en mi mente. Ahora, me llena de una esperanza casi desconocida ver la causa en la calle, en los gestos y pancartas de miles de congéneres, y sobre todo el hecho de que no sea una causa puntual o aislada, sino la expresión solidaria e imparable de un deseo tan básico y general como el de una vida digna y el respeto a todos los seres vivos. Esta amplitud de miras que caracteriza al movimiento me permite albergar la necesaria aspiración de que se unan cada vez más y más causas concretas para sacar a más y más herman@s del sufrimiento y el miedo.
Esta ola, imparable, es ejemplo de fenómeno global y es irreversible porque superó la barrera más infranqueable, la del conformismo, y rompió la burbuja material de gruesas capas publicitarias para estallar en un grito que reivindica la condición humana. Los jóvenes toman las calles y callejas, ocupan plazas y avenidas, saltaron los opacos muros de Palacio, unos, otros desataron la hevilla del cinturón de miseria y coincidieron todos por un día, que serán miles, sin saber de clases ni cuentas de banco. Tú y yo subimos hoy a la cresta de esta ola de juventud, reencontramos el poder de lo ingenuo y lo espontáneo frente a tanto complejo encorbatado de resignaciones. Nos mezclamos con la generación siguiente y, en rebelde mimetismo, unimos palmas y garganta a su cántico amoroso. En esta movimiento nadie ha de quedar fuera; hay que llamar al que por pan ha ido a caer del lado del poder. La guardia también es humana, y hasta esos mohínos tíos gilitos de la Calle Muro, todos habrán de librarse de sus cadenas antes o después. Mas, en medio de esta fiesta humanista, me estremecía el aliento sulfúrico de la guerra. Ampliemos la lucha, la ola de paz para poner denuestro lado a quienes tienen en su mano el fin de la atroz represión, los que pueden abrir la jaula en que se encuentran confinados tantos millones de humildades contra el mordisco caníbal y espiral de los oscuros mercados con que nuestro sistema “libre” cuenta junto al hambre, las bombas y otras luctuosas y asfixiantes trastiendas.
Millones de jóvenes de espíritu, algunos también de cuerpo, acoplaron sus voces en un megáfono solidario y global. Sus armas, sensatez y alegría, humor, amor y profundidad combinadas en esa receta tan especial de la primavera . Y yo, en medio de la plaza, queriendo a pesar de la amargura mantenerme sentado, luchaba contra mi propia desazón para no ser abatido desde mi interior, por no sucumbir a la parálisis devastadora de los recuerdos. Nadie estaba pensando en eso; los demás cantaban, celebraban, reivindicaban. Yo le hacia el boca a boca a mi alma, atormentada porque sabe de cosas peores que los bancos y los poderosos.
¿Qué refugio buscar, donde no se infiltre la hiel emanada de las masas informes de codicia? ¿Qué camino tomar, si no el del templo y la flor, ante tanto dolor de mis semejantes? Ya no nos quedan mejillas, pero a los verdugos de la sangre y el sudor, a su vez víctimas presas de la codicia, a los esclavos del odio y el miedo mucho les falta por aprender a base de observar mejillas golpeadas e imaginar cómo cambiaría su universo si probaran a dar una caricia en lugar de un cañonazo. Más amor quiero dar cuanto más miedo, más manos tender al prójimo cuanta más tristeza por las ya perdidas. Es desigual la contienda, pues no se puede partir un alma con un sable, poco hacen los tanques contra un espíritu humano. Dejemos a un lado las pancartas y pasemos a los besos, decía una pancarta. “Cosas ingenuas de cuatro hippies”, dirán algunos desde sus mansiones, sin comprender, desde su materialista estrechez de miras, la profundidad y la trascendencia que encierra esa frase, sin poder apreciar –todavía- el poder de lo simple y lo espontáneo, sin sospechar -aún- que ese mensaje es precisamente lo que ellos mismos encontrarán, aliviados, al final de las varias etapas que restan en su arduo recorrido de evolución humanista y espiritual desde la caverna con el arsenal a la puerta al reencuentro con su propia paz interior. Luchemos con la fuerza de lo sincero, de lo indocumentado. Los que sólo entienden el mundo en clave de guerra e imperio opondrán una resistencia feroz. Abrazos gratis. Eso haría falta en castillos y mansiones, en callejones y búnkers. El tétrico esqueleto del mundo conocido está fundado sobre la codicia y el odio. Pero en su fondo hay calma, existe un sereno despertar de pétalos en un estanque.
La mayor parte del sufrimiento del mundo tiene su origen en las acciones que cometen personas en situación de esclavitud del odio, el miedo y la codicia. Hay que ayudarles, para que se salven ellos y para salvar de sus iracundas garras a todas sus víctimas, actuales y en potencia. Y esa vía que nos permitirá ayudar a esas personas a escapar de la jaula del miedo, el odio y la codicia ya está tomada. El mundo ya se está moviendo. Fue difícil romper la inercia inicial, pero ahora la inercia es al movimiento; ahora el estado de mayor entropía es el movimiento hacia la evolución humana y espiritual. La apatía y la resignación, el silencio de las personas buenas que preocupaba a Luther King, ya no es el estado más estable. Esto no hay quien lo pare. Se ha conseguido algo que hasta hace poco era imposible: movilizar al mundo entero, conectando a los países pobres con los ricos para que veamos que la lucha pacífica de todos es la misma. El siguiente paso es ampliar un poco la definición de esa lucha para que abarque todos los aspectos políticos, sociales o económicos que afectan a nuestra libertad y dignidad como seres humanos. Más adelante, la revolución pacífica se extenderá también al plano de las relaciones personales. Llevará un tiempo deshacer tanto tiempo de individualismo y conceptualización del prójimo como competidor, pero sin duda se conseguirá. Basta con que un número crítico de personas que se ponga en movimiento.

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