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Jardinero


Tiene una serie de necesidades muy concretas, muchas de las cuales ha intentado obviar o redefinir como prescindibles. En muchos casos ha funcionado, sobre todo en lo que se refiere a cosas materiales- las cuales, por otra parte, nunca consideró muy necesarias. Sin embargo, la lista sigue siendo muy larga. Hay dos o tres necesidades que por definición demandan mucho tiempo (trabajo, etc), unas cuantas con exigencia de tiempo moderada (entre ellas, las actividades creativas), y un grupo de necesidades poco consumidoras de tiempo pero muy numerosas.
Comunicación, formación y otras actividades relacionadas con el sustento, intercambio afectivo, resolución de trámites y operaciones administrativas, etc. Las pequeñas son muy variadas.
Cada necesidad es como una planta que hay que atender para evitar que se seque, se marchite sus ramas se extiendan en exceso. Lo cual ocurre con frecuencia.
Cada día, se mueve por el jardín fijándose en lo que demanda cada planta y se dispone a regar, podar, abonar o lo que sea menester en cada caso.
Pasa mucho tiempo indeciso respecto a qué planta atender primero, por lo que muchas veces encuentra algunas secas, marchitas, etc.
Para evitarlo, adoptó la costumbre de no pensar demasiado qué planta requiere su atención en primer lugar. Eso le llevó a pasar ratos largos mirando a una planta recién regada y dejar que otra se seque.
Decidió entonces procurarse un sistema de organización. Pero esto le llevaba un tiempo que necesitaba para las propias tareas de mantenimiento del jardín.
Los continuos desplazamientos por el jardín, de una planta a la otra, le producen cierto cansancio. Se sienta a descansar mientras come piñones o ciruelas anteriormente cosechadas. Esta actividad ya no es descanso; en un momento dado pasó a ser una táctica de evasión.
Los demás, y a menudo él mismo, se preguntan por qué es tan difícil organizar sus desplazamientos por el jardín. Ha intentado en numerosas ocasiones reducir el tamaño de éste, llegando a la conclusión de que es necesario para él un número mínimo de plantas. Las plantas le proporcionan el oxígeno que necesita. Intentó prescindir de algunas, pero empezó a tener problemas respiratorios.
Entonces se planteó cómo era su forma de desplazarse por el jardín.
Nunca se movió por el jardín andando. Siempre lo hace en un pequeño bote que se mueve en una corriente de agua que recorre todo el jardín, y en el que llena la regadera para hacer su trabajo.
Cuando quiere desplazarse de un lado del jardín a otro, mueve los remos del bote hasta llegar a su destino. Pero el agua del canal no está en calma. No sólo mueven el bote las olas sino también una misteriosa corriente que a veces es muy débil, casi imperceptible, adquiriendo por momentos tal ímpetu que es necesario soltar los remos y sujetarse fuerte al bote para no caer al agua. En cuanto al caudal, tan pronto desborda el canal, inundando parte del jardín, como desciende hasta que el bote toca el fondo y no se ve más que un hilillo de agua. No conoce el principio físico, si es que hay alguno, que explica ese fluir continuo del agua en un canal cerrado ni los cambios bruscos de caudal y velocidad. El caso es que cuando el agua está relativamente tranquila se puede remar hasta el lugar donde uno quiere llegar o hasta la planta que uno quiere atender. Cuando, por el contrario, aumenta la corriente o la turbulencia, el bote es la bola de una ruleta y se detiene de modo aleatorio en un punto u otro del jardín.
Cuando su bote se detiene frente a una planta, aprovecha para comprobar su estado, regarla, podarla en caso necesario o llevar a cabo la tarea que demande.
Cuando la corriente empieza a arrastrar el bote a toda velocidad, sólo puede sujetarse fuerte con una mano, usar la otra para llevarse a la boca las ciruelas y piñones que, en previsión, suele llevar en el bote, y esperar a que las aguas se tranquilicen para ver en qué parte del jardín va a poder disfrutar de un rato de dedicación.
En el bote lleva también todas sus herramientas; nunca puede bajarse de él. Tiene experiencia en el remo, pero nunca aprendió a desplazarse por tierra firme. Quiso aprender esa técnica, pero la dedicación que su trabajo exige no le permite dedicar tiempo a otra cosa. ***
Es consciente de los límites que impone a su desempeño la vida en un bote sujeto a cambios imprevistos de velocidad y caudal, lo que no impide que se siga sintiendo frustrado al no poder comprobar cómo sería su jardín si él fuese capaz de atenderlo como sus capacidades de jardinero le permitirían en caso de poder bajar del bote en algún momento.

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