aún pequeños.
Nada que no le haya ocurrido a otros muchos pequeños pájaros.
Se puso a construir otro suelo. Después del suelo, le puso techo, paredes.
Cuadrículas.
Reforzó la estructura con rígidos materiales. Impermeables páginas de diccionario son sus muros.
¿La culpa?
No existe tal cosa.
¿La puerta?
Es un espejo, un reflejo la custodia noche y día.
Hoy sabe que la lluvia es néctar divino.
Recibió libros enteros que hablan sobre la armonía.
De cosas que, en su refugio, no se cuelan sino en pequeñas goteras.
Le tocan a ella todos los papeles. Hasta la de flauta trovadora que da caricias tristes
desde el exterior.
Enseguida ha de volver. Lleva ya unos minutos sin darse contra los barrotes.
Sus sueños son palomas.
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